El espíritu del arroyo

En un pueblo en donde las rosas, los jazmines y los lirios hacían su maravillosa entrada debido a la primavera, vivía una joven en una cabaña con su padre y hermanas. Esta joven era de una apariencia simpática: regordeta y con cabello rizado; al contrario de sus hermanas quienes habían sido bendecidas con una gloriosa belleza. Pero su padre no tenía el suficiente dinero para otorgarle vestiduras de seda, por lo que todos ellos eran pobres. Todos los días al comprar en el mercadillo del pueblo sus hermanas eran saludadas y halagadas, mientras que la joven siempre era dejada de lado escuchando distintos malos comentarios sobre su aspecto.

Un día llena de tristeza se escabulló hasta un bosque cercano en donde después de tanto caminar, se sentó a la orilla de un pequeño arroyo y comenzó a llorar mientras se quejaba de su apariencia y pobreza. Fue entonces cuando el espíritu del arroyo compadecida escuchó sus lamentos y le otorgó tres deseos para que pudiera ser feliz. La joven no dudó en su primer deseo, por lo que pidió belleza y tan pronto como la obtuvo salió corriendo devuelta al pueblo.

Los siguientes días todos soltaban elogios por lo hermosa que era; pero un día se dio cuenta que, aunque los elogios estaban bien no la hacían feliz. Así que esa misma tarde volvió al bosque en donde le pidió su segundo deseo al espíritu del arroyo. Ella siempre había soñado con ir a grandes banquetes y vestir los más caros vestidos de seda, así que pidió riqueza.

Fue feliz durante ese tiempo que experimentó esas grandes fiestas, el arte y elegantes vestiduras. Pero después de largas semanas se sintió completamente vacía, nada la hacía sonreír de nuevo y en ese momento de tristeza volvió a recordar. Recordó las veces en que sus hermanas tejían flores en su cabello y la llenaban de elogios diciendo lo hermosa que era. Los días en que su padre compartía el pan en la mesa y jugaba diciendo que tendrían su propio banquete, aunque fuera nada más que unos pequeños platos de sopa.

La joven no lo pensó dos veces y dejó su enorme mansión atrás para salir corriendo de vuelta a esa reducida cabaña sin oro y vestidos de seda. En cada paso que dio los deseos que antes había pedido se fueron rompiendo uno a uno y para cuando llegó a su viejo hogar, quedó una joven regordeta con un vestido sencillo sin rubíes o diamantes.

Su padre quien araba en el jardín de enfrente al mirar a su hija después de tanto tiempo extendió una sonrisa y declaró:

—Bienvenida, hija mía.

Y por primera vez, la joven fue feliz.

Moraleja: En la vida a veces tratamos de llenarnos de cosas materiales, creyendo que eso puede hacernos felices u darnos la paz que tanto anhelamos, pero nada podrá darte lo que Jesús solamente puede hacer. Los errores que hayas cometido no te definen como persona, todo el dinero u éxito que hayas obtenido a lo largo de tu vida no te dan el valor que tanto deseas obtener. Jesús es el único que puede decirte lo que vales: amado, hijo, hermoso y con un gran propósito por delante.

Como un Padre que siempre espera a sus hijos en casa, siempre estará dispuesto a recibirte sin importar las veces que caigas. Vuelve a casa, vuelve a tu hogar en donde el Amado te espera con brazos abiertos.

Te invito a leer Lucas 15:11-32

Autora: Gabriela Díaz

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